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SILENCIO Y OMISIÓN, LA PEOR AGRESIÓN DEL GOBIERNO DE CUETZALAN CONTRA LAS MUJERES

  • Foto del escritor: MartÍn Campos
    MartÍn Campos
  • 13 jun
  • 2 Min. de lectura

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La violencia contra las mujeres en espacios públicos no siempre llega en forma de golpes. A veces es más sutil, pero igual de grave: una palabra altisonante en una transmisión oficial, una agresión verbal normalizada, una actitud institucional que prefiere mirar hacia otro lado. Esto fue lo que ocurrió recientemente en Cuetzalan del Progreso, cuando durante una transmisión desde la plataforma oficial del ayuntamiento, se emitieron comentarios ofensivos dirigidos hacia la regidora de Turismo y Cultura, Sandra Ruby Montalvo Domínguez.

Sí, la regidora se pronunció. Lo hizo en una rueda de prensa en la que expresó su indignación y dejó claro que no se trataba solo de un ataque personal, sino de una forma de violencia de género. Aparentemente, recibió respaldo institucional. Pero lo cierto es que ese respaldo quedó en lo superficial. No hubo claridad, no hubo sanciones visibles, no hubo consecuencias reales. Solo declaraciones y posturas formales que, en lo esencial, hicieron poco o nada para defenderla.

Pero lo más preocupante -y lo más revelador- fue la postura del presidente municipal Óscar Paula Cruz. O más bien, su falta de postura. Frente a una agresión cometida desde un espacio oficial del gobierno, el presidente mostró una pasividad inaceptable, eligiendo mantenerse al margen de un tema que exigía liderazgo, responsabilidad y carácter. No solo falló a Sandra Montalvo como regidora. Falló a todas las mujeres de Cuetzalan al no condenar de forma firme, pública y directa una agresión de este tipo.

Y es que esto no se trata solo de una ofensa a una funcionaria municipal. Este acto, y la forma en que fue ignorado o minimizado por el ayuntamiento, es una ofensa a todas las mujeres del municipio. A las que trabajan en oficinas, a las que atienden los negocios, a las que cuidan el hogar, a las que venden en las calles, a las que todos los días enfrentan comentarios, abusos, miradas o tratos injustos.

Si una mujer con cargo público, con visibilidad y con voz, no puede contar con el respaldo efectivo de su propio gobierno, ¿qué puede esperar entonces una mujer sin cargo, sin tribuna, sin reflectores?

¿Qué puede esperar una campesina? ¿Una estudiante? ¿Una ama de casa? ¿Una joven indígena? ¿Una trabajadora informal? Si desde el poder público no hay capacidad de actuar ante una agresión evidente, pública y registrada, ¿qué se puede esperar frente a las miles de violencias cotidianas que suceden en lo privado y en silencio?

El ayuntamiento de Cuetzalan, con su silencio y omisión, dejó pasar la oportunidad de demostrar que es un gobierno comprometido con la dignidad y los derechos de las mujeres. No supo o no quiso actuar. No marcó distancia con la agresión, no emitió un mensaje contundente, no dio un paso al frente cuando más se necesitaba. Y eso es lo más grave.

Porque el mensaje que queda es este: en Cuetzalan, ni el cargo ni la dignidad protegen a las mujeres si el gobierno no quiere involucrarse. Y cuando el gobierno no se involucra, se convierte en cómplice del silencio y la impunidad.

Hoy la víctima fue una regidora. Mañana puede ser cualquier otra mujer.

¿Qué pueden esperar las mujeres de Cuetzalan si el gobierno municipal no pudo o quiso ayudar a una regidora? Peor, que el presidente hiciera caso omiso.

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